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Cuando el sufrimiento nos visita

World Vision
Apr 13, 2020 3:48:11 PM

Por Harold Segura - Director de Fe y Desarrollo World Vision Latinoamérica y El Caribe

Solemos preguntarnos por las razones o causas de la adversidad. Por ejemplo, nos preguntamos ¿por qué a mí o por qué a nosotros? Y si, quién hace la pregunta es una persona de fe en algunos casos agrega una pregunta más, esta de orden religioso: ¿por qué Dios siendo bueno deja que esto tan malo me pase a mí o a nosotros?

Muchas veces estas interrogantes incluyen una dosis de culpabilidad porque, equivocadamente, se suele asociar la tragedia con el pecado o peor aún,con el castigo divino. La teología clásica plantea una cuestión semejante, se ha preguntado: ¿por qué un Dios bueno permite que pasen cosas malas? Y los teólogos, ya desde hace siglos, han buscado respuestas en las que Dios salga, más o menos, bien librado. Pero los defensores del buen Dios no siempre hemos logrado defenderlo con éxito. En las enjundiosas respuestas teológicas se encuentra uno que otro desatino. Por su parte, la práctica pastoral y en buena medida la psicología, nos ha invitado a formular esas preguntas anteriores desde otra óptica. Nos dicen que en lugar de preguntarnos ¿por qué? deberíamos interrogarnos ¿para qué? y aquí se usa una frase del filósofo alemán Federico Nietzsche quién en uno de sus aforismos, más exactamente en el número doce, dice que si tenemos nuestro propio por qué en la vida podemos soportar casi cualquier cómo.

Acerca de esta sentencia el psiquiatra Viktor Frank, más conocido como el padre de la logoterapia, señalaba que esas palabras del filósofo alemán pudieran ser la motivación para guiar a las personas que viven experiencias de dolor o sufrimiento. Enseñaba él, con lúcido acierto, que ante la adversidad necesitamos recalcar un por qué, un sentido, a fin de poder soportar las situaciones adversas que nos presenta la vida.

Bueno, sin desconocer el valor de las preguntas anteriores-las preguntas de teología, la filosofía o la psicología-bien haríamos que ante la pandemia nos preguntáramos también algo más: ¿qué podemos hacer frente a ella? Más allá de que comprendamos su razón teológica, válida siempre ante el infortunio o su relación profética (la profecía como nos seduce en estos momentos), deberíamos preguntarnos ¿cuál es nuestro papel como ciudadanos responsables y cristianos y cristianas solidarios para cuidarnos a nosotros mismos, cuidar a quienes tenemos cerca y sumarnos a lo poco o mucho que juntos podemos hacer como comunidades de fe y como sociedad en general?

Hay razones cristianas que apuntan hacia la urgencia de lo práctico. Por ejemplo, en el evangelio de Juan se cuenta una historia “Iba Jesús de camino, cuando vio a un hombre ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: Maestro, ¿quién tiene la culpa de que haya nacido ciego este hombre, sus pecados o los de sus padres?, eso está en Juan capítulo nueve. Juan debatió con ellos acerca de esa pregunta que acosaba por aquellos tiempos al pueblo, pero después resolvió la situación. Dicho esto, escupió en el suelo hizo un poco de lodo y lo extendió sobre los ojos del ciego, después le dijo: Ahora vete y lávate en el estanque de Siloé. El ciego fue, se lavó y cuando regresó ya veía.

Preguntar es válido, indagar es correcto, debatir es necesario y más si se trata de asuntos teológicos, pero actuar es urgente. Una saludable teología, una saludable fe acerca del sufrimiento humano conlleva siempre al compromiso solidario que incluye el cuidado hacia nosotros mismos y hacia los demás. Porque cuidarnos y cuidar a otros es la mejor forma de alentar la esperanza, esa esperanza que tanto necesitamos en este tiempo.

¡Actuemos con fe!

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