Jean Pierre es un adolescente ecuatoriano de 13 años que vive al sur de Quito y participa de actividades de World Vision en su sector. A pesar de su corta edad, Jean Pierre ya ha experimentado varias dificultades en su hogar, incluyendo la falta de empleo estable para sus padres y la creciente inseguridad en su vecindario. En octubre de 2022, Jean Pierre y su familia migraron a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades. Luego de un mes y medio de viaje y de recorrer siete países de manera irregular, fueron deportados. Desafortunadamente, la situación de Jean Pierre no es única. En 2022 casi de 250 000 personas cruzaron la selva del Darién, siendo cerca del 16% niñas, niños y adolescentes, muchos de ellos solos o no acompañados.
La historia del trayecto hacia Estados Unidos, está narrada desde el testimonio de su madre Rosa.
“En octubre de 2022 decidimos viajar los cuatro, mi hija, mi hijo y mi esposo por la falta de trabajo y la inseguridad nos hicieron tomar la decisión. Me acuerdo de que tú, mi Jean Pierre, no querías viajar. Me dijiste: “Mami, vayan primero ustedes. Yo me quedo con mi hermana. Si les va bien nos llevan”. Pero no podía irme sin ustedes. Estabas pensativo cuando llegamos al Terminal Terrestre de Quitumbe, de ahí las horas se te hicieron largas hasta llegar a Necoclí, a Colombia. Seis días tuvimos que esperar porque había tanta gente que quería cruzar a Panamá que no había más que tener paciencia y dinero porque todo era caro. A las 6 de la mañana ya emprendimos camino al Darién. No me atreví a preguntarte si lo conocías, seguro que sí ¿Quién en nuestro país no ha escuchado lo difícil que es cruzarlo? Pasamos por ríos, selva y montañas enormes que subir. Mientras más entrábamos a la selva, tus fuerzas y las de tu hermana se iban agotando, había mucho lodo que hacía casi imposible subir las montañas. Cruzamos durante el invierno la selva, durante las noches llovía mucho, lo que hacía que los ríos crezcan y no podíamos avanzar. A pesar de ello, no me hiciste saber si tenías miedo. El día que nos encontramos con esos hombres que tenían armas enormes y nos pedían $50 dólares para pasar, me enterneció ver cómo te preocupaste por tu hermana y por mí.
Viajamos con nuestra comida, ya que en el camino no había qué comer. A pesar de eso no les escuché reclamos.
Tras varios días dentro del Darién, llegamos a un pequeño pueblo de Panamá, que estaba lleno de militares que ubicaban a las personas en “piraguas”. Me preguntaste qué eran, y nos dijeron que así se conocen a las canoas Así, pudimos llegar hasta un albergue de Naciones Unidas en la frontera norte de Panamá.
Nuestro siguiente punto fue Costa Rica y luego Nicaragua. En ese país, contratamos a una persona que nos hizo cruzar por “trochas”, por pasos irregulares, hacia la frontera de Honduras. En Honduras, esperamos tres días hasta tener un salvoconducto para poder avanzar. Durante nuestra espera, una familia nos recibió en su casa.
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Al cruzar hacia Guatemala nos retuvieron y nos regresaron hacia Agua Caliente, frontera entre Honduras y Guatemala. Sin embargo, ustedes, mis hijos, fueron nuestra motivación para seguir adelante. Contratamos a otra persona para que nos lleve por pasos irregulares hacia la frontera entre Guatemala y México.
En México, seguimos avanzando en un bus hacia Tapachula. Esa travesía, creo que fue de las más difíciles. Me dolía verlos caminar sin descanso. Dos días y sus noches no paramos. Teníamos que estar pendientes de que Migración no nos descubriera y nos llevara de nuevo a la frontera.
Ese trayecto para mí fue como una película de terror. Esos hombres encapuchados, con armas gigantes que nos interceptaron nos golpearon y nos robaron. Recuerdo tus ojos llenos de miedo y se me van las lágrimas. Pero en medio de todo, hubo gente en el camino que nos apoyó.
Llegamos a Ciudad Juárez. La última ciudad antes de llegar a Estados Unidos. Durante este trayecto, nos pararon varias veces. Nos cobraron entre 200 y 300 pesos por persona (aproximadamente $15 dólares) para permitirnos avanzar. Ahí me cuestioné varias veces ¿por qué les traje? No debíamos arriesgarles tanto. No solo era el dinero que ya no nos alcanzaba, tenía miedo de que les pueda pasar algo a ti y a tu hermana.
Cuando llegamos a “la X”, migración de Estados Unidos nos encontró y nos llevó a un centro. Nos dieron de comer y revisaron nuestros documentos. Luego nos subieron a un avión. Llegamos a otro albergue, donde nos separaron. Tu hermana y yo estuvimos juntas, y a tu papá y a ti Jean Pierre te llevaron al lado de los varones. Yo no pude dormir los seis días que nos tuvieron separados, y más angustiada estuve cuando me dijeron que los adultos y los niños no estaban juntos.
Cuando me llamaron diciendo que estabas enfermo mi corazón no paró hasta verte. Nunca me hubiera imaginado que mentiste con estar enfermo para poder vernos. Gracias mijito, mi corazón regresó a su sitio cuando ya te pude abrazar. Al siguiente día, a las tres de la mañana, nos reunieron nuevamente ¡que lindo fue verte mi Jean Pierre! Pero que poco nos duró. De pronto sin explicarnos nada nos esposaron las manos y los pies. No entendimos por qué nos hacían eso, teníamos miedo. Al final, nos indicaron que después de cinco horas estaríamos en Guayaquil. Nos deportaron.
Una vez que llegamos al aeropuerto sentimos decepción al ver que nuestros sueños se acabaron. Nuestro viaje duró 1 mes y 15 días. Te pido disculpas a ti y a tu hermana. Les quería dar una mejor vida, pero les hice vivir una de las peores experiencias”. Así concluye Rosa.
Ahora, Jean Pierre dice que no quiere migrar de esa forma nuevamente. Quiere estudiar para ser militar, para poder ayudar a su mamá con los gastos de casa y para que no tenga que sufrir más. "Ese viaje fue largo y muy cansado", decía Jean Pierre con la voz entrecortada. "Tanto para nada”.
Para poder viajar, Rosa vendió sus máquinas de coser, lo que ahora le queda para iniciar es una máquina prestada para maquilar uniformes de trabajo y una deuda que sobrepasa los mil dólares, porque necesitó de más dinero durante el trayecto. Sin embargo, ella no pierde la esperanza de días mejores.
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La familia cuenta con un seguimiento permanente porque se ha detectado violencia en el entorno familiar. Actualmente, buscamos que Rosa asista permanentemente a los talleres de crianza con ternura, ya que no ha finalizado varios de los procesos de los que ha sido parte.
Adicionalmente, como consecuencia de varios eventos traumáticos para Jean Pierre, él tiene problemas de habla, lo que le dificulta la relación con sus compañeros en la escuela. Por ello, lo hemos vinculado a la red de jóvenes del sector, para fortalecer su participación y autoestima; y para motivar a Rosa a que sea parte de más procesos de formación y que los pueda culminar.
En las parroquias de Turubamba y Quitumbe, al sur de Quito, el 62,97%, de los hogares viven en pobreza de acuerdo a sus ingresos (INEC, 2014). Por ello, World Vision implementa su programa de área Quito Sur. Los principales sectores en los que trabaja son: educación escolar con calidad, protección y participación, fortalecimiento organizacional barrial, Derechos Sexuales y Reproductivos y prevención de embarazos en adolescentes. Dentro de estas zonas, World Vision atiende a 3000 niñas, niños y adolescentes y a 2127 familias como la de Jean Pierre, de las cuales, alrededor del 35% son hogares con jefatura femenina.