En Ecuador, más del 17,5% de niñas y niños menores de cinco años sufre de desnutrición crónica. Esto significa que tienen un retraso en su crecimiento físico y desarrollo cognitivo que puede afectar su aprendizaje, autoestima y oportunidades futuras.
La desnutrición no solo se da por falta de alimentos, sino también por una dieta poco variada, falta de higiene, enfermedades frecuentes y pobreza estructural. Es una problemática que se agrava en comunidades rurales, en familias en movilidad humana y en hogares que enfrentan inseguridad alimentaria.
En la consulta nacional “Tu Voz, Tus Derechos” de 2025, más de 264.000 niñas, niños y adolescentes expresaron su realidad alimentaria:
Solo el 62% dijo que siempre tiene comida suficiente.
El 38% considera que su alimentación no es nutritiva.
El 60% ha pasado momentos sin comida por falta de dinero.
1 de cada 2 recibe alimentación escolar, pero muchos creen que no es suficiente ni nutritiva.
Este testimonio directo debe ser una alerta para todos los adultos responsables: nuestras niñas y niños saben que algo anda mal.
Para muchas familias ecuatorianas, la comida que se ofrece en las escuelas es la única fuente de alimentación estable de sus hijos. Sin embargo, menos de la mitad de quienes reciben desayuno o almuerzo escolar lo consideran suficiente y nutritivo.
Los niños proponen algo claro: quieren ver más alimentos locales como mote, yuca, quinua, sopas y frutas en sus menús escolares. Y también quieren que su voz sea escuchada. 8 de cada 10 desean participar en las decisiones sobre lo que se sirve en la escuela.
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Frente a la falta de recursos, muchas familias han comenzado a sembrar alimentos. El 33% de los hogares encuestados produce su propia comida. Esto es un paso importante para garantizar alimentos sanos y frescos.
Además, 7 de cada 10 niños dicen que aprenden sobre alimentación en la escuela, y 81% opina sobre lo que se come en casa. ¡Escuchémoslos! Involucrarlos en la cocina, en la siembra y en la compra de alimentos es clave para formar hábitos saludables.
El estudio nacional de salud mental y movilidad humana muestra que el hambre y la mala nutrición afectan emocionalmente a niñas, niños y adolescentes. El 74% de los niños migrantes dijo sufrir de estrés, ansiedad o depresión, muchas veces por falta de alimentos y estabilidad económica.
Cuidar la alimentación también es cuidar la salud emocional. Una buena comida compartida en familia brinda seguridad, confianza y conexión.
Exigir que se mejore la alimentación escolar, incluyendo alimentos frescos y locales.
Sembrar en casa o en comunidad, aunque sea en macetas.
Comer en familia al menos una vez al día.
Evitar los alimentos ultra procesados.
Participar en campañas de nutrición y exigir que nuestras voces sean escuchadas.
La desnutrición infantil y la falta de acceso a agua para consumo en Ecuador no es solo un problema del gobierno o de las escuelas. Es un tema que atraviesa a las familias, las comunidades, las autoridades locales y a toda la sociedad. Escuchar lo que niñas, niños y adolescentes tienen que decir es el primer paso. Actuar junto a ellos, desde el hogar y desde la escuela, es la meta. Porque cada niña y niño merece crecer sano, fuerte y feliz.