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¡Mantente alejada!, tengo Coronavirus

Escrito por World Vision Ecuador | May 18, 2020 4:13:18 PM

Patricia, cómo le devolvió la dignidad a un migrante contagiado

Patricia Rojas es Promotora de Desarrollo de Niñez y Adolescencia, en el Programa de Área de Santa Ana de World Vision Ecuador que está ubicado en la provincia de Manabí, donde ocurrió el terremoto del año 2016. Desde que se declaró la emergencia sanitaria por el brote de Covid-19 sus funciones cambiaron y fue llamada a trabajar en el eje de respuesta humanitaria para la atención de población migrante venezolana que se desarrolla en dos de las ciudades con mayor población en la Costa ecuatoriana, Portoviejo y Manta. Para ella, esta experiencia le dejó grabado uno de los momentos más insólitos porque tuvo que tomar decisiones entre la salud y la enfermedad, entre el amor y la indiferencia.

El último jueves de abril del 2020, Patricia inició su jornada de trabajo a las 5:30am pues debía ir casa por casa entregando la tarjeta bono efectivo, a 50 familias migrantes que viven en Manta -las tarjetas de asistencia les permiten a los migrantes acceder a dinero para sus gastos-. Patricia, ordenada y planificada como es,  anticipaba la entrega de las tarjetas con una llamada a los beneficiarios para que le enviarán un mensaje al celular con la ubicación, y así llegar fácilmente a los domicilios. En ese accionar, siendo casi las 2pm -hora en la que en Ecuador inicia el toque de queda por la pandemia- tomó contacto con una de las últimas familias programadas para este día, el muchacho que le contestó era hijo de uno de los beneficiarios, él le explicó cómo llegar a la casa de su padre.

Cuando llegaron a la casa, Patricia vio al beneficiario en la puerta y lo llamó, pero él se negó a acercarse. Así que ella fue a su encuentro, siendo sorprendida por la enérgica reacción del señor, quien le pidió insistentemente no se bajara del auto, mientras él volvía a la casa a tomar un frasco con alcohol y se lo rociaba en el cuerpo para luego caminar hacia ella; pero, aún estando lejos, él le pidió que le lanzará la tarjeta. Patricia, confundida ante esta acción, le indicó que no iba a hacer lo que él pedía porque necesitaba su firma en el listado para constancia de la entrega.

Al escuchar esta frase, el beneficiario, cuenta Patricia, cambió su postura, su voz y dijo: “Por favor niña, lánceme la tarjeta. Si no lo hace, no va a poder ayudar a nadie más. Yo estoy contagiado con coronavirus”. “No se preocupe, yo estoy protegida”, fue la respuesta que salió de los labios de Patricia. A este momento de incertidumbre se sumó de repente, el grito de un niño, de aproximadamente 5 años, desde dentro de la casa: “Papi coge la tarjeta, coge la tarjeta, nos estamos muriendo de hambre”. Esas palabras debilitaron las piernas del hombre que se arrodilló en el suelo y dijo: “Mírame como estoy, yo no quiero que te enfermes; por favor, ayuda a mis compatriotas y lánzame la tarjeta”.  Las palabras del hombre llenaron a Patricia de fortaleza, se bajó del auto, y le dijo: “Tú vales mucho, una enfermedad no anula tus derechos. Nadie debe discriminarte”; extendió su mano y le invitó a ponerse de pie.

Patricia le explicó como era el proceso de canje de los alimentos con la tarjeta, mientras el hombre no levantaba la cabeza, mirando al suelo. Ella se dio cuenta que era demasiado tarde para que el fuera de compras, y se ofreció a regresar al siguiente día para personalmente hacer el mercado. A lo que el hombre le respondió mirándole: “no te acerques más, por favor, y no regreses por aquí. Te lo agradezco, pero mañana vendrá mi hijo y hará las compras por mí. Yo no sé ¿por qué tú no tienes miedo? He tenido que rogar para que me atiendan y por medicina; y tú insistes en volver”.

Se despidieron y Patricia escuchó que el niño insistía con la pregunta “¿Papi qué vamos a comer?, tengo mucha hambre”, así que decidió buscar la tienda más cercana que ya había cerrado, pero se animó a llamar a la puerta. Al atenderle le dijeron que lo único que tenían a la mano era pan y leche, ella los compró. “Nunca me voy arrepentir de haber regresado a esa casa, los ojos negros y brillantes de ese niño que me vieron desde lejos, valieron el riesgo que tomé; fue una mirada llena de agradecimiento y alivio que se quedarán grabados en mi mente”, da como testimonio Patricia, quien no bajó la guardia a pesar de los riesgos a los que se enfrentó. Cumplió con la entrega de tarjetas de efectivo para que más de 450 familias migrantes puedan permanecer en casa durante el periodo de cuarentena y apoyar a que cientos de niños y niñas accedan a alimentos, durante el tiempo de la pandemia, aunque esto se volvió un problema del día a día. 

¡Patricia es una heroína!