En Ecuador, miles de niñas, niños y adolescentes enfrentan situaciones de violencia que afectan su bienestar y desarrollo. Según datos de World Vision Ecuador, el machismo, el castigo físico y psicológico, el abuso sexual y el abandono siguen siendo problemas normalizados en muchos hogares y comunidades. La prevención de la violencia infantil no es solo una responsabilidad del Estado, sino un compromiso de toda la sociedad, especialmente de madres, padres y cuidadores.
La violencia contra niñas, niños y adolescentes incluye cualquier acción u omisión que cause daño físico, psicológico o emocional. Esto abarca:
Maltrato físico y castigo corporal
Abuso emocional (gritos, humillaciones)
Violencia sexual
Negligencia o abandono
Matrimonios o uniones infantiles
Acoso callejero y escolar
La naturalización del maltrato en prácticas de crianza sigue siendo un obstáculo. Muchos adultos aún consideran que “un correazo a tiempo evita problemas”, cuando en realidad eso destruye la confianza y seguridad del niño.
¿Cuál es la situación en Ecuador?
Un diagnóstico realizado en 15 cantones del país reveló que niñas y niños identifican como principales problemas:
Violencia psicológica y verbal en casa
Acoso sexual
Inseguridad en calles y escuelas
Consumo de alcohol y drogas en sus entornos
Falta de educación sexual
Xenofobia hacia niños migrantes
Además, en la Encuesta Nacional “Tu voz, tus derechos”, el 15,9 % de estudiantes afirmaron conocer al menos un caso de violencia en su institución educativa, siendo las formas más comunes la violencia entre pares y de docentes hacia estudiantes.
Solo el 79,7 % mencionó haber recibido información sobre cómo actuar ante casos de violencia, y apenas el 77,8 % afirmó que se han realizado campañas preventivas en sus escuelas.
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Educa sin gritos ni golpes.
Reconoce los logros de tus hijos, por pequeños que parezcan.
Enséñales a identificar y expresar emociones.
Pregunta cómo se sienten.
No minimices lo que les preocupa.
Enseña que niñas y niños tienen derecho a opinar.
No uses frases como “calla, tú no sabes” o “porque lo digo yo”.
Participa en talleres comunitarios de crianza positiva.
Aprende sobre rutas de denuncia en caso de violencia.
La prevención no termina en casa. Escuelas, barrios e instituciones deben:
Crear espacios seguros donde niños y niñas se sientan escuchados.
Capacitar a docentes y funcionarios públicos sobre detección y atención de casos de abuso.
Fortalecer los sistemas locales de protección, como las Juntas Cantonales de Protección de Derechos y los Consejos de la Niñez.
Promover campañas constantes, no solo reactivas, para desnaturalizar la violencia.
Si un niño o niña ha sido víctima, es clave:
Creerle y protegerlo.
No culparlo ni justificar al agresor.
Buscar apoyo profesional.
Denunciar ante el DECE escolar, la DINAPEN o una Junta Cantonal de Protección de Derechos.
Prevenir la violencia infantil es posible si transformamos la manera en que criamos, educamos y convivimos. Como madres, padres y personas cuidadoras, tenemos la oportunidad de romper ciclos de maltrato y construir comunidades donde la niñez viva protegida, feliz y libre de violencia.
La protección de nuestros hijos no es un favor: es un derecho que debemos garantizarles cada día.
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