Por Gabriela Becerra
Si alguien le hubiera preguntado hace unos años si consideraría dejar su país, el padre de esta familia habría respondido un firme “no”. En su natal Colombia, él trabajaba feliz, rodeado de sus seres queridos, viviendo con estabilidad y paz. Pero en octubre de 2023, esa vida quedó atrás. Lo que comenzó como advertencias y solicitudes de información se transformó en amenazas violentas que pronto alcanzaron a su propia familia. Obligados a mudarse de ciudad, pensaron que las cosas mejorarían, pero el peligro los encontró de nuevo.
Ahora, con dos pequeños a quienes proteger, la situación tomó un giro inevitable. "Ya no podía exponer a mis hijos", comenta el padre. Los miedos se materializaron en noches de insomnio, vigilias y decisiones apremiantes. Cuando sintieron que la vida de su hijo menor, quien sufre de una delicada enfermedad cerebral, estaba en riesgo, supieron que no había otra opción. Con apenas un par de maletas, con un poco de dinero de las pertenencias que alcanzaron a vender y sin tiempo para despedidas, tomaron rumbo a Ecuador, un país que, aunque desconocido, les ofrecía una oportunidad de paz y acceso a la atención médica que su hijo necesitaba.
Llegaron a Quito en junio de 2024. Los primeros días fueron una mezcla de alivio y confusión. Se instalaron temporalmente en un albergue, donde recibieron comida y un techo seguro. Sin embargo, el padre sabía que eso era apenas un respiro; su familia necesitaba algo más. Un hogar, un lugar donde pudieran empezar a reconstruir sus vidas en esta nueva tierra.
En septiembre, mientras buscaba cualquier posibilidad de ayuda, el padre se encontró con World Vision Ecuador. Contó su historia, habló de la enfermedad de su hijo menor, de las noches en vela y de la esperanza que le mueve cada mañana a intentar darles una vida mejor. Al poco tiempo, la familia fue seleccionada para el proyecto piloto “Rutas de Esperanza”, una iniciativa de la Respuesta Multipaís a la Crisis Migratoria "Esperanza sin Fronteras" de World Vision. Este programa de transferencias monetarias fue diseñado para brindar ayuda a personas migrantes en situación de vulnerabilidad, abordando áreas clave como protección e inclusión económica y social, y se realizó en Colombia, Ecuador y Perú entre septiembre y noviembre.
Las primeras transferencias de efectivo fueron de gran ayuda para la familia. Con ese apoyo, pudieron cubrir gastos básicos: pañales, medicamentos y el abono para el alquiler de un pequeño departamento en una zona urbana del sur de Quito. Las paredes aún están vacías, no hay muebles, pero ahora están más cerca de lo que buscan: estabilidad y seguridad. Aunque la madre desearía que su hija mayor, de más de tres años, pudiera salir a jugar con otros niños, la vida en el anonimato ha sido su única vía para protegerlos. “No puede comunicarse más que con gestos, porque no ha tenido contacto con otros niños de su edad y los cambios tan fuertes que hemos tenido con este cambio de vida la han afectado. Nos preocupa, pero lo que más importa ahora es que estén seguros”, comparte ella.
El padre, quien aún no ha conseguido un trabajo estable, trabaja ocasionalmente como cargador, pintor o en cualquier labor que le permita llevar algo de ingreso a casa. Sin embargo, la presión y el miedo acumulado han cobrado factura en su salud mental. Hoy asiste a terapias de apoyo psicológico, un espacio donde puede descargar sus emociones y la ansiedad que se acumula. Aun así, esta familia no pierde la esperanza. La madre sueña con que sus hijos tengan un hogar donde crecer sin miedo. Para ellos, regresar a Colombia no es una opción; anhelan echar raíces en un lugar donde no teman abrir la puerta o caminar por las calles.
Ellos, como otras familias participantes de este programa, han solicitado que sus nombres y detalles permanezcan en el anonimato. En situaciones de gran vulnerabilidad, incluso en esta nueva vida, necesitan protegerse para mantener su seguridad y su integridad, especialmente al estar aún en proceso de establecerse y conseguir el estatus de refugio.
Historias como la de esta familia nos recuerdan la importancia de la ayuda humanitaria. Programas como “Rutas de Esperanza” no solo brindan apoyo económico, sino también una oportunidad para que quienes llegan sin nada a un nuevo país puedan empezar a construir un nuevo futuro. Cada transferencia monetaria para estas familias en situación de vulnerabilidad no es solo dinero; es un voto de confianza y un empuje para aquellos que, a pesar de las circunstancias, se niegan a perder la esperanza. Y aunque aún caminan con cautela, esta familia avanza construyendo un hogar donde, tal vez algún día, puedan volver a encontrar la paz.