Blog de World Vision Ecuador

Un padre que resiste con amor y esperanza.

Escrito por Kiara Vargas | Jun 15, 2025 3:00:00 PM

Víctor tiene 61 años y vive en Monte Sinaí, uno de los sectores con alto índice de inseguridad en Guayaquil. Su vida ha estado marcada por el esfuerzo, el dolor y una fe inquebrantable. Es padre de tres hijos, aunque hoy solo le acompañan dos. Uno de ellos falleció recientemente, una pérdida que aún le estremece el alma. “Lo que más me ha dolido en la vida es la pérdida de mi hijo. Es un vacío que no se llena con nada”, confiesa con la voz quebrada y con la mirada firme. 

Víctor quedó huérfano desde los 11 años. Creció “de casa en casa”, como él mismo lo dice, entre familiares y conocidos que lo acogieron temporalmente. Esa experiencia lo marcó profundamente. Por eso, cuando le tocó ser padre, hizo de la presencia y el cariño su mayor compromiso. “Yo sí estuve para mis hijos. Nunca quise que sintieran ese abandono que yo viví”, cuenta con orgullo. 

Ser padre para él no ha sido fácil. Enfrentó la crianza de sus hijos solo. No tenía quien los cuide, ni quien le ayude en casa. “A veces no sabía cómo organizarme. No tenía con quién dejarlos, quién me ayude a cocina o a lavar”, recuerda. Con el tiempo, una vecina solidaria lo ayudó con los quehaceres del hogar, y así pudo sostener su hogar con dignidad. 

A pesar de vivir en un entorno marcado por la violencia, la pobreza y la exclusión, Víctor nunca se rindió. Su amor por sus hijos fue su motor. “Ellos me han dado fuerzas para seguir adelante. Uno por ellos se esfuerza y no se deja vencer”, dice, mientras observa una foto familiar que guarda como un tesoro. 

Su papel como voluntario comunitario nació del deseo de retribuir al barrio lo que él mismo recibió alguna vez: ayuda y compañía. Participa activamente en las actividades de World Vision, especialmente en tiempos de emergencia. Durante las lluvias del último invierno, ayudó a identificar familias afectadas, evacuar casas inundadas y coordinar la entrega de medicinas y alimentos. “No me gusta ver sufrir a los demás. Ayudar es parte de lo que somos”, asegura. 

Víctor también se ha formado en talleres sobre valores y convivencia. A partir de estas experiencias, ha aprendido a cultivar una relación más respetuosa con su entorno y consigo mismo. “Antes uno respondía con gritos o con rabia. Ahora sé que con respeto se gana más”, reflexiona. Esta transformación la ha llevado también al interior de su hogar, fortaleciendo la relación con sus hijos. Cree en la disciplina, pero también en la escucha. “Educar no es gritar ni pegar. Es hablar, estar ahí, conocer a tus hijos, mirarlos a los ojos”, sostiene. 

Aunque su entorno sigue siendo difícil, no pierde la esperanza. Víctor quiere que sus hijos crezcan lejos de la violencia y que aprendan a resolver los conflictos con inteligencia emocional. “Antes uno peleaba a puños; ahora hay que saber usar las palabras. Y también saber cuándo callar. Porque el silencio también enseña”, dice con sabiduría. 

Cada recuerdo con sus hijos lo llena de emoción. “Cuando nacieron, sentí algo diferente con cada uno. Es como si cada uno llegara a completar una parte de mi corazón”, comparte con una sonrisa tímida. 

Hoy, a sus 61 años, Víctor continua firme, caminando por su comunidad, tendiendo la mano, levantando su voz y compartiendo su historia para que otras personas encuentren inspiración y fortaleza. “Quiero que otros padres también se animen. Que no se sientan solos. Porque sí se puede salir adelante, incluso en la pobreza. Siempre se puede, si se hace con amor”.