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Cocinar con esperanza: la historia de Edianny, migrante y emprendedora

Escrito por Kiara Vargas | Aug 21, 2025 2:43:40 PM

El aroma a postre de chocolate recién horneado inunda la pequeña cocina. Entre moldes y utensilios, Edianny, mujer migrante de 34 años, sonríe: hace seis años cruzó fronteras con su esposo y su hija buscando un lugar seguro donde empezar de nuevo. Migrar no estaba en sus planes, la necesidad y el deseo de proteger a su familia la llevaron a dejarlo todo atrás. 

En 2017, la escasez de alimentos y la falta de ingresos en Venezuela les obligaron a dejar su hogar. La primera parada fue Perú, donde vivieron casi dos años y donde nació su hija Melek, de 6 años. Sin embargo, las dificultades laborales y la salud de la niña, los impulsaron a seguir buscando un lugar donde establecerse. Así llegaron a Guayaquil, una ciudad cuyo clima le recordó a su tierra natal. 

Adaptarse no fue fácil. Edianny, acostumbrada a trabajar en una oficina administrativa tuvo que aprender a ganarse la vida en las calles, al igual que Rafael, quien venía del sector bancario. “Migrar es para valientes”, repite, recordando aquellos días en que, con su hija en brazos y el corazón acelerado, se subía a los autobuses para vender chocolates. Esta experiencia, tan dura como aleccionadora, les enseñó a valorar cada alimento y a dejar de lado la vergüenza para ganarse la vida. 

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Con el tiempo, Guayaquil no solo se convirtió en su hogar, sino también en el lugar donde su vida dio un giro profundo. Aquí, Edianny fortaleció su fe en Dios y adoptó un nuevo propósito: trabajar en algo que le permitiera estar cerca de su familia. La oportunidad llegó gracias a capacitaciones en panadería, repostería y gastronomía ofrecidas por fundaciones que apoyan a migrantes. De allí nació Dulce Melek, un emprendimiento de postres inspirado en su hija y en el deseo de ofrecer productos “hechos con mucho amor”, como expresa ella. 

El brownie no solo conquistó paladares: marcó el inicio de su reinvención. Apostar por ese postre fue su manera de transformar la necesidad en oportunidad Con el apoyo incondicional de Rafael, quien se encarga de las compras, entregas y hasta del diseño de los empaques, convirtieron el emprendimiento en un esfuerzo familiar. “Él es mi aliado principal, mi mano derecha”, dice con orgullo. Melek también es parte activa del proyecto: ayuda a preparar envases, propone ideas para vender en su escuela o en la iglesia y sueña con ser pastelera como su mamá. 

La formación en educación financiera y el capital semilla recibidos a través del proyecto  Esperanza Sin Fronteras de World Vision,  fueron clave para profesionalizar su negocio, mantener siempre materia prima disponible y continuar operando incluso en momentos difíciles. Gracias a esto, Edianny ha podido garantizar la educación de su hija y apoyar a sus padres en Venezuela.  Sueña con que Melek crezca con más oportunidades para explorar, viajar y descubrir el mundo, siempre con la certeza de que su familia está unida. 

Su meta es abrir una cafetería donde pueda ofrecer postres, cafés y desayunos, aunque reconoce que la inseguridad actual en la ciudad le hace esperar el momento adecuado. Mientras tanto, continúa trabajando con disciplina y perseverancia, convencida de que “el dinero está disponible, si uno lo busca honradamente”, señala. 

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A pesar de su fortaleza, Edianny no oculta lo difícil que es mantenerse firme todos los días. Hay momentos en los que el agotamiento mental la sobrepasa. “Hoy siento un cansancio mental fuerte”, confiesa en una de esas jornadas en las que el esfuerzo se vuelve más pesado de lo habitual. Sin embargo, rendirse no es una opción. Su hija y sus padres siguen siendo la motivación más grande. “Un día perdido es demasiado... no podemos parar de trabajar porque nuestra familia depende de nosotros”, reflexiona con convicción. 

A otras mujeres que emprenden, les transmite un mensaje lleno de fuerza espiritual y realismo. Hay caídas que duelen y desaniman, pero que son parte del proceso. “De esas caídas apretamos más… como lo dice la Biblia: si siete veces caemos, siete veces nos levantamos. Siempre con la ayuda de Dios, entregándole todo”. 

Hoy, Dulce Melek es más que un emprendimiento: es la prueba viva de que la maternidad, el trabajo en equipo y la esperanza pueden transformar los retos en oportunidades dulces.