En los barrios más populares y peligrosos de Quito, Ecuador, tres mujeres migrantes están reconstruyendo sus vidas, desafiando la precariedad, el miedo y el desarraigo. Franmarys, Fanny y Leticia (nombre protegido) son tres mujeres fuertes, valientes, que han dejado su país no solo en busca de un mejor futuro, sino de seguridad y dignidad para ellas y sus hijos. Hoy, a través del Proyecto Piloto de Transferencias Monetarias "Rutas de Esperanza" de World Vision, han encontrado un respiro y esperanza en medio de la adversidad.
Franmarys: Un hogar entre sombras y luz
Franmarys tiene 26 años y ya ha cruzado frontera ecuatoriana dos veces con su familia. Vive en Quito, al norte de la ciudad, en una casa que cuida y no tiene luz ni servicios básicos. Su hogar está enclavado en un barrio con altos índices de delincuencia, y a pesar de las dificultades, ella mantiene el firme propósito de brindar un futuro mejor a sus dos hijas: Ruth, de 10 años, y la pequeña Vicmariz de solo un año. Desde hace un mes que llegaron al país, Ruth ha podido ingresar a una escuela local, algo que parecía imposible.
El proyecto Rutas de Esperanza ha sido un apoyo importante en este momento de sus vidas. Gracias a las transferencias monetarias, Franmarys ha comprado útiles escolares y parte del uniforme de Ruth, además de mejorar la alimentación familiar. Antes, ella y su pareja solían comer solo una vez al día para asegurar que sus hijas no pasaran hambre, pero ahora han podido cubrir las tres comidas diarias para todos. "Hemos pasado por hambre y yo pensé que como extranjera no tenía derechos en otro país que no fuera el mío", comenta, recordando cómo, gracias a la orientación de World Vision, descubrió que tenía derecho a recibir apoyo y protección en Ecuador.
Franmarys administra con cuidado el dinero recibido, distribuyendo lo que puede para pañales, comida y transporte. A pesar de no haber tenido nunca una cuenta bancaria antes, ha manejado su tarjeta de débito con destreza, e incluso ha logrado tener un ahorro para cubrir gastos del día a día. Para ella, este pequeño cambio significa mucho: es la posibilidad de vivir con un poco más de tranquilidad y dignidad.
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Fanny: Administradora y cuidadora
A pocos metros de Franmarys vive Fanny, una mujer venezolana de 35 años que llegó a Quito hace tres meses con su hijo pequeño, Javier para reencontrarse con su pareja. Fanny y su familia viven en un pequeño espacio dentro del taller de motos de su esposo. En una única habitación acondicionaron: cocina, dormitorio y comedor. Las dificultades económicas son palpables. Con dos meses de alquiler atrasado y cortes de luz que han ralentizado el trabajo de su pareja, Fanny siente la presión de no tener los recursos suficientes para salir adelante.
"Estamos atrasados con el alquiler y a veces no hay dinero que alcance", confiesa. Su preocupación más grande es su hijo Javier. Le aterra llevarlo a una guardería para salir a trabajar, temiendo que pueda sufrir discriminación por ser un niño venezolano. Sin embargo, gracias a la orientación de Evelyn, especialista de protección de World Vision Ecuador, ha aprendido sobre la importancia de generar redes de apoyo y encontrar organizaciones que cuiden a los niños con amor y sin distinciones.
La ayuda del proyecto Rutas de Esperanza le ha permitido comprar alimentos, pañales y medicinas para su hijo. Cada pequeño gesto de apoyo cuenta en su vida cotidiana. Aunque el camino sigue siendo incierto, Fanny encuentra fuerza en su familia y en el respaldo recibido, construyendo poco a poco un hogar para sus seres queridos, incluso en medio de la adversidad.
Leticia: El sacrificio por un futuro mejor
Leticia (nombre protegido), de 25 años, llegó a Quito en agosto de 2024 escapando de la violencia en su país. Huyó con sus hijos, dejando atrás su universidad, su trabajo y una beca que había ganado con esfuerzo. El miedo a perder a sus hijos ante amenazas y extorsiones fue más fuerte que cualquier sueño académico. Ahora, Leticia sobrevive vendiendo empanadas y salchipapas en una escuela cercana a su hogar. Se levanta todos los días a las tres de la madrugada, cocina para su pequeño negocio improvisado, luego lleva a sus hijos a la escuela, y el resto de la mañana la ocupa atendiendo a los comensales.
La vida no ha sido fácil, pero Leticia no se rinde. Gracias a las transferencias monetarias del proyecto Rutas de Esperanza, ha podido mejorar su negocio. Antes caminaba, día a día, más de una hora cargando la única bombona de gas que compartía entre su casa y el negocio; ahora ha podido comprar una adicional y una mesa plástica para su puesto de ventas. También ha podido comprar útiles escolares para sus hijos y pagar parte del alquiler que estaba atrasado. "Ese dinero ha sido de gran ayuda", dice, con una sonrisa cansada pero sincera.
Aunque ha dejado sus estudios en pausa, sueña con retomarlos algún día. "Me pesa mucho, porque lo estaba logrando", dice, refiriéndose a la beca y al trabajo que tuvo que abandonar. Sin embargo, Leticia no pierde la esperanza. Sigue luchando por sus hijos, su negocio y el futuro que tanto desea.
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Franmarys, Fanny y Leticia son tres mujeres que han aprendido a sobrevivir en condiciones extremadamente difíciles, pero también han descubierto que, con un poco de ayuda, es posible volver a soñar. A través de las transferencias monetarias de “Rutas de Esperanza”, estas mujeres no solo han cubierto sus necesidades básicas, sino que han comenzado a reconstruir sus vidas con dignidad y esperanza.
Ellas forman parte de las 80 familias participantes del proyecto que World Vision está implementando en Colombia, Ecuador y Perú, por tres meses. Este esfuerzo regional promueve la reunificación familiar, la integración socioeconómica integral, la protección de los derechos de las personas migrantes y su acceso a productos financieros. En su primera etapa, “Rutas de Esperanza” ha identificado casos de extrema vulnerabilidad en familias recién llegadas, brindándoles apoyo a través de transferencias monetarias no condicionadas.
Desde World Vision, no promovemos la migración irregular; sin embargo, nuestra misión es proteger a las personas migrantes, para que su proceso migratorio e integración socioeconómica sea plenas, seguras y dignas. Proyectos como “Rutas de Esperanza” son fundamentales para construir puentes hacia un futuro mejor, un futuro que estas mujeres y sus familias ya están comenzando a trazar, paso a paso.
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