Es difícil creer que 36 de cada 1000 personas en la Tierra podrían estar migrando en un momento dado, pero esa fue la cantidad de personas en movimiento en 2020, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
A medida que se acerca el Día Internacional del Migrante, el 18 de diciembre, más de 6 millones de venezolanos han abandonado el país, según Naciones Unidas. Vivimos en medio del mayor evento de migración masiva de América Latina en la historia reciente.
Colombia alberga actualmente a más de 1,8 millones de venezolanos, seguida de Perú con casi 1,3 millones. Ecuador alberga oficialmente a casi 509.000, pero es probable que el número sea mucho mayor. Chile alberga a 448.000 migrantes y refugiados venezolanos y Brasil cuenta actualmente con más de 261.000.
Más de 8,4 millones de personas en la región y alrededor de 7 millones de personas dentro de Venezuela necesitan asistencia humanitaria. Se requieren más $ 1.440 millones para dar respuesta a esta crisis, sin embargo apenas está financiado el 44% de este monto.(1)
Un reciente estudio a nivel nacional muestra que el 76% de hogares en Venezuela viven ahora en la pobreza extrema. El país enfrenta una hiperinflación, un creciente aislamiento económico y político que ha provocado el cierre de empresas; alto desempleo, escasez de alimentos, medicinas, energía y bienes básicos; y una violencia desenfrenada. Es por eso que tantas personas abandonan el hogar que aman.
La situación es terrible y, en ocasiones, puede parecer desesperada.
En medio de todo eso, no puedo dejar de recordar a Ami de 5 años, a quien conocí el pasado mes de abril en Huaquillas, en la frontera entre Ecuador y Perú. Ella, su padre (Anfernee), y su abuela (Nancy), dejaron la pobreza extrema en el estado Falcón de Venezuela y viajaron 3000 kilómetros para comenzar una nueva vida donde quiera que pudieran encontrar una oportunidad económica y un lugar para quedarse. Su padre vendía productos en las calles para ganar todos los ingresos que pudiera para mantener a la familia. Pero simplemente no fue suficiente. Se saltaban comidas y luchaban por encontrar atención médica para Ami.
A las pocas semanas de encontrar una casa para alquilar con algunas otras familias, no pudieron sostener los modestos pagos. Lo último que supe es que Ami y su familia se vieron obligados a arriesgar su seguridad personal y cruzar a Perú a través de un cruce fronterizo irregular. Se acabaron sus oportunidades de este lado de la frontera. Era su única opción.
La historia de Ami muestra una cara de las estadísticas y números alucinantes que provienen de la crisis migratoria de Venezuela. Conocerla a ella y a su pequeña y humilde familia me partió el corazón. La pequeña Ami tiene discapacidad auditiva y no puede hablar. Esto significa que es más dependiente de su padre y su abuela para su protección y provisión. Y debido a su situación precaria, ella es especialmente vulnerable a la explotación, el hambre y la falta de acceso confiable a la atención médica para sus condiciones.
De los millones de venezolanos que han abandonado sus hogares y los millones más que luchan por sobrevivir dentro de Venezuela, ella se encuentra entre los más vulnerables.
Con regularidad pienso y oro por Ami, su familia y sus compatriotas. Esta dulce niña y su familia son un recordatorio constante de por qué debemos seguir luchando por las personas más vulnerables entre nosotros, incluidos los migrantes.
Las estadísticas y cifras pueden ser difíciles de procesar y comprender. Pero a pesar de todo esto, hay esperanza. World Vision Ecuador, junto con equipos en seis países de la región, está trabajando para brindar ayuda y esperanza a algunos de los niños y familias más afectados por la crisis migratoria de Venezuela.
Desde enero de 2019, nuestra respuesta en 7 países ha llegado a 993,638 personas, incluidos casi 431,000 niños, a través de intervenciones en efectivo para usos múltiples, protección infantil, educación, seguridad alimentaria y; medios de vida y WASH. Eso incluye a más de 45,000 personas atendidas dentro de Venezuela desde principios de 2020 y más de 19,000 personas aquí en Ecuador.
Un hermoso ejemplo de cómo estamos cuidando a las y los niños migrantes venezolanos en Ecuador es la metodología de enseñanza y capacitación: Respiramos Inclusión. En alianza con la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), hemos impactado a 111.651 niños ecuatorianos y extranjeros. Este programa nos ha permitido trabajar con educadores, madres, padres y cuidadores en todo Ecuador para mantener a los estudiantes aprendiendo en línea durante la pandemia, reducir la xenofobia y ayudar a las comunidades de acogida a recibir a las y los migrantes con una amistad cariñosa durante su tiempo de mayor necesidad.
Este trabajo solo puede continuar con el apoyo de personas como tú.
Si vives en Quito, Guayaquil, Cuenca o cualquier otra ciudad, es posible que tengas una historia personal de interacciones con migrantes venezolanos. Ya sea positivo o negativo, o una combinación de ambos, es probable que recuerdes al menos a una persona. Quizás escuches su voz cuando leas las noticias. Tal vez recuerdes la mirada en sus ojos cuando pasó junto a ellos en la esquina de la calle. Tal vez sostuviste tu bolso con más fuerza al cruzar la calle cerca de un grupo de jóvenes migrantes que lavaban ventanas o mendigaban entre los autos en el semáforo.
Cualquiera que sea tu experiencia con los inmigrantes aquí en casa, la situación no es culpa tuya. Pero tampoco es culpa suya. Las circunstancias en el hogar obligan a millones de personas en todo el mundo a tomar decisiones difíciles para proteger el bienestar de sus familias. Eso es lo que los convierte en migrantes: se están mudando a otro país en busca de empleo, educación, atención médica e incluso la supervivencia básica.