Cómo potenciar las habilidades blandas en la educación de niños y niñas

Contar con herramientas como la empatía, tolerancia, perseverancia, responsabilidad, trabajo en equipo y muchas otras, pueden facilitar la convivencia de las personas en los diversos ámbitos de su vida. Aquí algunas claves para inculcarlas.

La educación siempre suele enfocarse en el área académica, sin embargo, las habilidades blandas son herramientas que ayudarán a tus hijos o hijas a convivir mejor con quienes los rodean a lo largo del tiempo, principalmente en lo que respecta a relaciones laborales y sociales. Mientras que las habilidades duras o cognitivas están ligadas a un conocimiento técnico y específico, y el coeficiente intelectual, las habilidades blandas se refieren a aquellas habilidades socioemocionales, vinculadas con los sentimientos.

Como explica el sitio Eres mamá, este tipo de habilidades están relacionadas con rasgos de personalidad, aptitudes, actitudes y valores, y facilitan una mejor comunicación y relación con los demás según ámbitos concretos. Quienes las han desarrollado suelen ser personas que pueden adaptarse fácilmente, no les cuesta trabajar en equipo, son perseverantes, tienen resiliencia y empatía, entre otras características. 

Como consigna la página web Educrea, “son el resultado de una combinación de habilidades sociales, de comunicación, de forma de ser, de acercamiento a los demás, entre otras, que hacen a una persona dada a relacionarse y comunicarse de manera efectiva con otros”. 

Las habilidades blandas pueden ser aprendidas desde una temprana edad, y luego potenciarse a lo largo de la vida. 

Ahora, ¿qué puedes hacer para potenciar las habilidades blandas en la educación de niños y niñas?

Primero, es muy importante que a la educación formal se integre la informal. Esto quiere decir que los momentos educativos deben combinar el aprendizaje formal, establecido en los programas de estudios, con el informal. Esto implica que la escuela se conecte con otras aristas de la vida como la familiar y social. En ese sentido, es ideal que las actividades educativas los hagan sobre problemas reales y de la vida cotidiana.

Con esto nos referimos a distintas iniciativas como promover el trabajo en equipo, abrir espacios para la conversación y el debate, imponer desafíos que requieran de la búsqueda de soluciones y la evaluación de alternativas, ocupar los conflictos y desavenencias que se den en el contexto escolar para que aprendan a empatizar y desarrollen la tolerancia, incentivar la búsqueda de fuentes directas para la resolución de problemas. 

En concreto podemos llevar a cabo las siguientes acciones:

Mostrar con el ejemplo: No hay mejor manera de inculcar comportamiento que por imitación. Si el niño o niña cuenta con padres o tutores a los que les importa ser tolerantes, empáticos, flexibles, etc. lo más probable es que también lo sea. 

Dejar que resuelvan problemas: Cuando los niños o niñas se enfrentan a situaciones complejas, se abren oportunidades para desarrollar y poner a prueba sus habilidades blandas.

Ofrecer instancias artísticas, deportivas o de rol social: Explorar su lado creativo, practicar algún ejercicio físico o realizar un voluntariado pueden ser excelentes maneras de descubrir fortalezas y debilidades que podría no haber identificado. En distinta forma, estas prácticas ayudan a desarrollar empatía, trabajo en equipo, resiliencia, control emocional, gratitud, entre otras. 

Ayudarle a reconocer las habilidades blandas: no siempre el niño o niña sabrá que está haciendo algo bien. Por eso, los adultos deben ayudarlos a reconocer las habilidades, de manera que puedan interiorizarlas más fácilmente.

Conclusión

Además del aprendizaje académico, los adultos responsables debemos ayudar a que los niños y niñas desarrollen su inteligencia emocional. Esto les ayudará a convivir de manera más sana y positiva. Pequeñas acciones pueden hacer la diferencia en la forma en que se relacionan con los demás.