“Corazón, mi vida ven a bailar, dame una oportunidad” dice parte de la canción que Doris entona mientras camina por los campos salineros de su comunidad. Pero la sal de su vida no viene precisamente de la música, es su trabajo lo que la alegra.
Doris de 29 años vive en la comunidad Las Gilces, en las playas de Manabí. Es una mujer pequeña, de buena conversación y tez morena, debido a largas horas de sol bajo las que trabaja todos los días para la extracción de sal, por eso prefiere madrugar, por el clima. Doris forma parte de la Asociación de Productores de Sal Gilces - Asoprosal, una organización comunitaria que produce sal marina por medio de evaporación solar, actividad a la que le han dado un alto componente ecológico y gourmet; de esta manera ha cambiado la vida de la comunidad.
Por mucho tiempo este oficio fue abandonado debido a que los pequeños productores no podían competir con las grandes industrias. Doris recuerda que “No era rentable que paguen por un quintal de sal, al que se le invierte muchas horas de trabajo pesado, menos de $2,00. Por eso, muchas familias abandonaron los salares y se convirtieron en focos de contaminación ambiental. Después de la visita de una bióloga que vino como voluntaria en el 2016, cuando ocurrió el terremoto de Manabí, nos decidimos por retomar el trabajo de los salares. Toda la comunidad nos organizamos para sacar adelante este proyecto” dice.
Con el conocimiento y experiencia que tiene Doris explica cómo se produce la sal. El proceso inicia preparando las eras, que son pedazos de terreno sobre los que se coloca plástico o geo membrana para traer agua de las pozas salineras, unas piscinas desde donde brota del subsuelo el agua de mar. Una vez que el agua se encuentra en las eras, pasa por un proceso de secado con la luz del sol, que evapora el agua durante algunas semanas. La sal pasa a unos sacos para empacar de acuerdo a envíos industriales o en presentación para el consumo del hogar. El componente diferenciador de su producto es la mezcla de sal marina con especies como canela, orégano, ají, cáscara de naranja o limón. Por otra parte, cuentan con un plan de manejo ambiental para cuidar a la comunidad.
Pero lo mejor de este producto es que transformó la vida comunitaria porque mejoraron los ingresos de las familias y cerca del 70% de la comunidad que son mujeres, hoy aportan en sus hogares. World Vision, a través de su Programa de Área Portoviejo, contribuyó en la formación de las mujeres salineras con capacitaciones en temas de protección de derechos de niñez y adolescencia, crianza con ternura y desarrollo comunitario.
Además, Doris es parte del grupo juvenil de la comunidad, que World Vision apoya con talleres sobre liderazgo. Actualmente, las y los jóvenes de la comunidad se encuentran construyendo un sendero ecológico a orillas del mar en La Boca de Crucita, que se inaugurará a finales de agosto, como una alternativa sustentable en la que puedan mostrar los manglares y la fauna del sector. Doris también se capacitó como guía y recibe a los visitantes con una explicación detallada durante el trayecto.
Doris tiene muy buena relación con las familias de la comunidad, quienes la saludan al pasar. Bromea con sus colegas jóvenes y conoce el nombre de todas las niñas y niños. Sin duda, Doris demuestra la importancia del involucramiento de las y los jóvenes en la vida de su comunidad para lograr cambios sostenibles y empoderar a sus vecinos.