Fue a partir de 1975, hace casi cincuenta años, cuando las Naciones Unidas señalaron oficialmente el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer. El origen de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, o como algunos países lo llaman 8M, se encuentra en un trágico suceso que tuvo lugar hace más de 150 años.
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El 8 de marzo de 1857, 129 mujeres de Nueva York se declararon en huelga para quejarse de las condiciones de su trabajo y de su salario en una fábrica de algodón. Se negaron a abandonar su lugar de trabajo, por lo que el propietario ordenó cerrar y atrancar las puertas. Cuando se declaró un incendio en el interior, las 129 mujeres no pudieron escapar y todas murieron.
Este suceso sirve para ilustrar, por un lado, la explotación de las trabajadoras y, por otro, el papel que las mujeres han desempeñado a lo largo de la historia no sólo como testigos de prácticas laborales injustas, sino también como participantes activas en los cambios y transformaciones económicas, políticas, culturales y sociales que han tenido lugar en todo el mundo.
Los retos
Hoy en día, las mujeres participan activamente en muchos ámbitos de la sociedad, en la política, el mundo académico, el deporte y el mercado laboral. Sin embargo, a pesar de los avances logrados en diferentes partes del mundo, la desigualdad persiste y se expresa en los diferentes ámbitos de la vida privada y pública de las mujeres, situación que se agrava cuando a la variable género se suman otras como clase social, edad, raza, pertenencia a un pueblo indígena, condición migratoria, discapacidad y otras que resultan en discriminación.
Los retos que persisten son enormes, pues aún existen barreras culturales, normativas y administrativas que deben romperse para que la participación de las mujeres se dé en condiciones de plena equidad y justicia.
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Los síntomas y las causas
Las desigualdades que afectan a muchas mujeres en su vida adulta comienzan en la infancia y son el resultado de una construcción social y cultural del género que -a pesar de los avances de las últimas décadas- es el resultado de un proceso de socialización de los roles de género: el masculino y el femenino. Los prejuicios de género establecen una jerarquía que inevitablemente limita las posibilidades de desarrollo de las mujeres en el mundo laboral y se expresa en la segregación laboral. Por ejemplo, sólo el 15% de las empresas en América Latina y el Caribe están dirigidas por mujeres.
Otro indicador de desigualdad en el mundo del trabajo es la brecha salarial, que tiene diversas causas, varias de ellas asociadas a la desigualdad de género. Por último, está la violencia en el lugar de trabajo que, como señala el Convenio 190 de la OIT, «afecta desproporcionadamente a las mujeres y las niñas» y se convierte en una barrera que dificulta la permanencia de las mujeres en el mercado de trabajo remunerado.
Asimismo, cabe señalar que como consecuencia de la pandemia derivada del COVID 19, la situación de las mujeres en la región retrocedió más de 10 años en términos de participación laboral (CEPAL, 2021). En este contexto, también aumentó la violencia contra las mujeres (ONU MUJERES, 2020).
Nuestra respuesta
Dada la información anterior, está claro que las organizaciones no son neutrales cuando se trata de género. Es por ello que, un conjunto de oficinas nacionales de World Vision que denominamos Bloque Andino (conformado por Bolivia, Ecuador y Perú) más Chile priorizamos la integración de la Igualdad de Género e Inclusión Social (GESI) en nuestras prácticas institucionales a través de las acciones implementadas por nuestro equipo de Recursos Humanos. Creemos que para avanzar en la igualdad de género entre niñas, niños, adolescentes, sus familias y comunidades debemos aplicar también los principios GESI a la hora de contratar y gestionar personal que trabaje para lograr cambios y transformar las estructuras que generan desigualdad.
Para ello, nuestras oficinas ya cuentan con Comités GESI formados por personas de diferentes equipos, entre ellos el de Recursos Humanos, que se ha propuesto para nuestro próximo ejercicio lo siguiente
- 1. Diagnóstico organizativo sobre nuestro enfoque GESI
Cada oficina utilizará una herramienta de autoevaluación para examinar su enfoque de la GESI e intentará identificar las desigualdades, lagunas y barreras de género existentes. Las buenas prácticas pueden compartirse con otras oficinas y las lagunas detectadas pueden abordarse.
- 2. Desarrollo de capacidades
A continuación, debe ponerse en marcha un plan de desarrollo de capacidades en GESI entre los diferentes grupos de cada oficina. La formación se impartirá a distintos niveles y estará dirigida a distintos grupos. En última instancia, el objetivo es el mismo: cambiar cualquier actitud o práctica que discrimine intencionadamente o no a las mujeres.
- 3. Políticas institucionales
También se revisarán todas las políticas organizativas pertinentes para garantizar que no existen obstáculos a la promoción de las mujeres a puestos de liderazgo. World Vision suscribe que todas las personas disfruten de la vida en toda su plenitud, queremos hacer todo lo posible para evitar la discriminación por motivos de género.
Cristina Carvallo es la Especialista en GESI de World Vision para Bolivia, Ecuador y Perú, y también para Chile. Su objetivo, junto con los Comités GESI de cada país, es transformar progresivamente la igualdad e inclusión de género en un tema central dentro de las oficinas, sus operaciones y la gestión del talento humano.