Migrar hacia otro destino en busca de mejores días no es una decisión fácil, y lo es mucho menos cuando implica que una familia con niños, niñas y adolescentes viaje miles de kilómetros. En el camino a su destino, muchos de sus derechos, como educación, salud, alimentación, juego, se ven vulnerados por las condiciones que implican largos viajes, que exponen a niños y niñas a dormir en la calle, no tener acceso a alimentos saludables como deberían, largas caminatas, enfermedades de la piel, desnutrición, exponerse a peligros como robos y secuestros, por mencionar los más conocidos.
Una vez que las familias escogen un destino donde permanecer por algún tiempo o de forma definitiva, la educación es de los últimos derechos que se cumplen, ya que implica regularizar su situación migratoria, destinar recursos para materiales y equipos educativos, seguimiento y acompañamiento de padres y madres, entre otras razones que dificultan el proceso de reinserción en entornos educativos para niños y niñas migrantes.
En este artículo te contaremos la realidad de la educación de la niñez migrante a través de historias de vida, que pasan por tres de las principales barreras educativas para las familias: falta de recursos para estudiar, ingreso al sistema educativo y la modalidad virtual de educación por la pandemia.
Recursos para estudiar
En el centro norte de Quito vive Reishell de 7 años con su mamá Amalia, su papá Elio y su hermano. Desde hace dos años que llegaron desde Venezuela. Actualmente, Raishell asiste a segundo año de educación básica y durante este tiempo de confinamiento lo que más extraña es a su amiga “Isabelita y a la profesora Lucía”, dice la niña. Ella perdió todo contacto con su escuela porque su único medio de comunicación es el teléfono que está suspendido por falta de pago, debido a que sus papás viven del día a día y lo poco que han logrado recaudar les ha servido para alimentar a su familia. Reishell no ha parado de aprender porque en este tiempo se ha dedicado a trabajar con los libros que tiene en casa.
Los recursos para estudiar son una de las principales limitaciones que viven los niños, niñas y adolescentes migrantes. Además de materiales propios del aprendizaje, actualmente por la modalidad de educación virtual, las familias deben garantizar un equipo tecnológico como computador, Tablet o celular y acceso a internet, dos cosas que 6 de cada 10 niños migrantes no tienen. Por lo tanto, los recursos para estudiar son un reto para el aprendizaje, no solo para la familia de Reishell, sino de miles de niños y niñas que quieren aprender. Una salida muy común para las familias que viven esta situación es reutilizar recursos de años anteriores o que madres, padres o familiares se conviertan en maestros, lo que implica destinar tiempo de trabajo para la formación de sus hijos e hijas.
Reishell estudia con libros de anteriores año escolares que conserva para no perder su entusiasmo por aprender.
Ingreso al sistema educativo
El sistema educativo público debe garantizar el acceso a la educación de la niñez migrante con un trato preferencial por la condición de vulnerabilidad que implica la migración, pero esto no sucede así en la realidad. Lograr un cupo escolar es un trámite bastante engorroso para los padres de niños migrantes. Esto sucede así principalmente porque es casi imposible conseguir certificados de estudio que avalen su pase de año, pero sobre todo, porque miles de ellos no tienen sus documentos actualizados y en regla al ser parte de la migración por pasos no oficiales. Como ejemplo, el medio digital GK retrata en un artículo la situación de una madre migrante venezolana que lleva seis meses esperando que sus hijos den una prueba de ubicación que hasta octubre de 2020 no llegaba.
Otro ejemplo de esta situación es la historia de Ami, quien es una niña migrante de 5 años que viajó por casi 2980 kilómetros desde su natal Falcón, en el caribe venezolano, hasta la ciudad de Huaquillas, en la frontera de Ecuador con Perú, junto a su abuela Nancy y su papá Anfernee. El ingreso de Ami al país fue por una trocha porque no tiene sus documentos regularizados. Esta razón, junto con su reciente llegada, son dos razones por las cuales no puede inscribirse en el sistema educativo. Además, en Ami se une otra dificultad, ella no escucha, por lo que requiere educación especializada en lenguaje de señas, lo que aleja mucho más las posibilidades de Ami de acceder al sistema educativo.
Ami guarda como recuerdo de su largo viaje el único juguete que tiene, un peluche de Mickey Mouse al que su abuela lo lavó y le dio un par de puntadas para que no pierda definitivamente su forma.
Educación virtual
La pandemia por COVID-19 implicó el cierre de las instalaciones físicas de las escuelas, por lo que la mayor parte de ellas trasladaron las clases a la modalidad virtual. Sin embargo, miles de niños y niñas no se conectan ni a clases virtuales, solamente reciben instrucciones para completar las tareas asignadas, lo que requiere del acompañamiento constante y la guía de una persona adulta.
Un ejemplo de este caso es la historia de Emma. Ella vive en Ecuador desde 2018. Ingresar a la escuela no fue difícil para ella y se adaptó rápidamente. Es una niña muy ordenada y estudiosa, así que disfruta de sus tareas. Muchas veces lo difícil para ella es no estar en contacto con sus compañeros de aula. Jugar y conversar es de las actividades que más extraña. Actualmente se comunica por WhatsApp con su profesora, pero no ha recibido clases, únicamente indicaciones de sus tareas; por ello, sus padres Diego y Glabeana se alternan para enseñar a su hija las materias que debe trabajar a diario.
La situación que vive Emma es difícil, pero lo es aún más lo que pasan miles de niños y niñas migrantes, quienes no tienen acceso a recursos tecnológicos ni conectividad para acceder a clases o guías virtuales. Cuando esta situación es un limitante, la posibilidad de educación se ve cada vez más lejana.
Soluciones innovadoras
En la región hay varias iniciativas piloto que buscar insertar a la niñez migrante en procesos educativos, una de las iniciativas es la del BID y Plaza Sésamo, que desarrollan materiales para la educación de fácil acceso. Otra propuesta es implementada por Chile y que hace año la aplica también Ecuador, son los sistemas centralizados de admisión escolar, que proveen tres ventajas:
- información y conocimientos objetivos de los padres sobre la elección educativa para sus hijos;
- derechos y condiciones favorables para estudiantes vulnerables;
- composición demográfica diversificada en las escuelas y las aulas.
Por su parte, la UNESCO también ha desarrollado una Estrategia Regional para la respuesta a la situación de personas en contexto de movilidad cuyos ejes prioritarios son: la planificación para el acceso a los sistemas educativos, entornos educativos sociales e inclusivos y el reconocimiento de estudios, diplomas y saberes.
Conclusión
La continuidad educativa de niños, niñas y adolescentes en situación de migración se ve comprometida por las barreras de acceso al sistema educativo, por la falta de recursos tecnológicos y materiales para acceder a clases virtuales, y porque la educación en pandemia requiere el acompañamiento permanente de madres, padres o familiares. Esto compromete gravemente el retorno a las aulas de miles de niños y los pone en riesgo de no regresar nunca más a educarse formalmente.
En Ecuador, cerca de 65 000 niños, niñas y adolescentes en situación de movilidad humana se encuentra estudiando en el sistema educativo formal, pero aún 35 000 o más están lejos de esta realidad. Como país, requerimos fortalecer el sistema centralizado de admisión educativa para facilitar la inserción de niños y niñas migrantes que no tienen sus documentos regularizados y que llevan muchos años sin estudiar.
Las historias de tres niñas: Ami, Reishell y Emma, nos muestran que la educación de la niñez migrante tiene muchas barreras, y que lo que más extrañan los niños es regresar a las aulas y continuar con su aprendizaje. Debemos lograr que ellas, como miles de niños migrantes puedan cumplir sus sueños junto a entornos educativos que garanticen inserción, cero discriminación y apoyo.