- Una segunda ola más mortífera del COVID-19 podría cobrar las vidas de 1,56 millones de personas adicionales, estima World Vision.
- ONG urge acción decisiva para frenar empobrecimiento de toda una generación.
Seis meses después de declarada la pandemia por COVID-19 por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la crisis desatada está lanzando a millones de niños y niñas a la pobreza y está revirtiendo décadas de progreso para la reducción de la pobreza extrema, advirtió la ONG World Vision, en anticipación a la Asamblea General de las Naciones Unidas.
El número de personas que viven en pobreza extrema cayó de 36% en 1990 a 10% en el 2015. Sin embargo, la agencia humanitaria estima que la pobreza crecerá en las naciones más frágiles y vulnerables. Además, considera que las consecuencias afectarán a generaciones enteras, si los líderes actuales no toman acciones decisivas para atender los impactos secundarios de la pandemia, en paralelo a la atención de la crisis sanitaria.
En América Latina, se estima que uno de cada tres latinoamericanos será pobre al final de este año, según la CEPAL. Y en el caso de los niños y niñas de la región, ya un 46% vive en condiciones de pobreza.
Andrew Morley, Presidente de World Vision Internacional afirmó que “nuestro mensaje a los líderes de la Asamblea General es simple: el efecto del COVID-19 arruinará el futuro de una generación completa de niños y niñas, a menos que actuemos ya. Los avances obtenidos están en jaque. Como nunca, la niñez vulnerable es la que está en riesgo crítico”.
Nuevos hallazgos en el reporte Réplicas: Olas Mortales, publicado por World Vision la semana anterior, dan cuenta de que la mayoría de los donantes en países desarrollados, consideran que los gobiernos deberían incrementar el financiamiento a la atención del COVID-19 en países pobres. Si los gobiernos no hacen todo lo que está a su alcance para preparar y proteger a las personas más vulnerables, 1,56 millones de personas adicionales están en riesgo de morir en una segunda ola más mortífera del COVID-19.
Estamos trabajando a capacidad con nuestros socios, gobiernos y líderes de fe para traer esperanza en los contextos más adversos. Esta es una pandemia y nada, excepto un esfuerzo global será efectivo para atenderla”, dijo Morley.
En este contexto, varios países y regiones enfrentan crisis en paralelo, como América Latina y el Caribe, cuya desigualdad, que es la más alta del planeta, y exposición al cambio climático, exacerba los efectos del COVID-19 entre los más pobres. La región acumula el 28% de todos los casos globales. No extraña entonces que cinco naciones de la región figuran entre las 10 con más casos activos a nivel global (Brasil, Perú, México, Colombia y Argentina).
Mientras Líbano, registró un tercio del total de casos de COVID-19, tras la mortífera explosión en su capital –Beirut- en cuestión de 10 días.[3]
El efecto económico de la pandemia tiene a las familias viviendo en el límite. Ya en Latinoamérica y el Caribe, 15 millones de personas perdieron sus empleos en los primeros meses de la crisis, según la OIT. Paralelamente, millones de niños están fuera de las aulas debido al confinamiento, mientras que millones son amenazados por el hambre.
Las estimaciones de World Vision señalan que los impactos secundarios de la pandemia ocasionan que un tercio de los niños migrantes provenientes de Venezuela se vaya a dormir con hambre. Por otro lado, 54% de los niños encuestados en siete naciones dan cuenta que no tienen suficientes alimentos en sus hogares. En Asia, 8 millones de niños y niñas serán forzados a la mendicidad debido a la debacle de la economía.
“Setenta y un millones de personas están en riesgo de regresar a la pobreza extrema. Debemos trabajar solidariamente para detener esto, dándole a la niñez una oportunidad para prosperar y alcanzar su pleno potencial”, dijo Morley.