A 3.700 metros sobre el nivel del mar, en la provincia de Chimborazo, vive Jonathan de 15 años junto a su padre José (36), su mamá María Rosa (35) y sus dos hermanos mayores. Desde 2004, Jonathan es uno de los 2.800 niños y niñas patrocinados del Programa de Área Tiquizambi - Tixán de World Vision Ecuador. Actualmente, estudia una tecnología en mecánica porque quiere cumplir uno de sus mayores sueños que es ser el dueño del primer taller para motos de su comunidad.
Desde hace 3 años, cuando Jonathan inició con la metodología “Proyecto de Vida” se fijó dos objetivos:
1. Tener un negocio que le permita ayudar económicamente a su familia, para el adolescente, un emprendimiento mejorará las finanzas de la familia, creará nuevas fuentes de empleo y le dará flexibilidad de horarios para dedicarse a sus pasatiempos y a sus seres queridos. “Mi papá siempre nos aconseja que tengamos nuestra propia fuente de ingresos y que seamos profesionales. Solo así uno sale de la pobreza” nos dice.
2. Su segundo objetivo es ser músico, por eso no perdió la oportunidad para demostrarnos su talento y decir que “Cuando toco la guitarra le pongo sentimiento, eso permite expresarme sin hablar”, mientras entona un Sanjuanito (música ecuatoriana de las zonas indígenas).
Jonathan cuenta con la guía de su papá José, que es su amigo y su fuente de inspiración. “Soy un líder comunitario que ha tocado varias puertas para poder servir a mi gente. Mi gestión la he realizado gracias a Dios, en primer lugar, y a organizaciones como World Vision que nos enseñaron la importancia de emprender y con quienes hemos hecho algunas obras como los reservorios, los canales de riego, las capacitaciones para mejora de producción y algunas cosas más que ya están dando fruto... Además, cuando un líder sabe que le sirve a Dios todas las puertas se le abren”, concluye José.
La historia de la vida de Jonathan no fue siempre una historia de ternura y apoyo. Años atrás, José fue deportado en dos ocasiones desde Estados Unidos después de ser interceptado por la policía de migración y no tener sus documentos en regla. “Me endeudé con coyoteros para ir a buscar trabajo, porque aquí las condiciones eran difíciles. No había plata que alcance y no podía mantener a mi familia. Por eso me arriesgué, no solo perdí plata, perdí también mi salud. Casi me muero por culpa del estrés que me dio por no poder pagar todo lo que debía”. Esa fue una dura prueba que la familia atravesó, y fue el impulso para buscar nuevas formas de emprender y que hoy comparten con su comunidad.
Ser líder entre los jóvenes, intervenir en encuentros juveniles y representar a su comunidad en diferentes espacios de participación es parte de la vida de Jonathan. Siempre que le es posible acompaña a su papá en las labores de campo y en las reuniones con la comunidad, ayuda en la desgranada de semilla de ajo, la crianza de cuyes y el pastoreo de ganado. Durante la época de confinamiento obligatorio por el brote de Covid-19 participó como voluntario en la entrega de kits de alimentos, aseo y educación que World Vision suministró a su comunidad como parte de la asistencia humanitaria. La vida que Jonathan tiene ahora es el resultado de que su familia practica la comunicación y la crianza con ternura en el desarrollo de sus hijos. Además del apoyo de los donantes que quieren que todo niño, niña y adolescente viva en su pleno potencial y tenga las oportunidades necesarias para tener una vida abundante.